Somos un país con hondas raíces en la tierra, de tradición y economía campesinas y debemos proteger y defender nuestra riqueza: la tierra, la naturaleza, nuestros alimentos, y sobre todo al pequeño productor que sostiene al país.

Las acciones de preservar, reutilizar, intercambiar y vender libremente las semillas constituyen parte de los derechos de los agricultores. Más de 1.400 millones de personas en el mundo dependen de semillas producidas en sus campos para la subsistencia y el comercio local.

A la industria de semillas le es económicamente importante controlar su producción y venta imponiendo normas legales y tratados de apropiación en la propiedad intelectual, para impedir el re-uso, intercambio e innovación de las semillas guardadas por los agricultores. Al hacerlo quitan el control que tienen los agricultores sobre sus medios de producción.

La labor de conservación de semillas nativas no debe debilitarse porque se pone en peligro la seguridad y la soberanía alimentaria, sobretodo el auto sustento por parte de amplios sectores campesinos.

Debe prohibirse todo tipo de patentamiento del conocimiento y de los seres vivos (tanto humano, como animales o vegetales), del mismo modo que toda privatización de los bienes comunes de la comunidad.

Somos los campesinos, los pequeños productores. Indios, cholos, montubios que producimos los alimentos que sostiene al país y sus habitantes, aunque no hay políticas de apoyo al agro. Seguiremos sosteniendo al país, porque trabajamos.

Somos un país con hondas raíces en la tierra, de tradición y economía campesinas